Fotos de Juan de la salida del sábado

¡Uau Juan!..., ¡que bonitas!. Precioso reportaje del día, gracias, amigo. Un abrazo.

Gracias Óscar por ofrecernos esta linda ruta llena de paisajes tan abiertos y generosos.

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Caminando por las nubes

Hacía un tiempo que no caminaba por las alturas y cuando amanecí el domingo sabiendo que me esperaba una ruta montañera preparé ropa y mochila con la alegría de la que sabe que va a caminar por las nubes.

Llegaba a lo alto de Puxeiros y ya estaba uno de los compañeros tomando café y leyendo el periódico; nos dimos un buen abrazo pues aunque habíamos compartido una cena entre amigos hacía pocas semanas, hacía mucho más que no caminábamos juntos. Poco más tarde llegaban dos más, una de ellas la única compañía femenina que tendría pues esta jornada la energía masculina sería presencia destacada ya que tres chicos más nos esperaban pasado el puente de Salvaterra para enfilar todos juntos hacia los maravillosos entornos de La Peneda, lugar que siempre me ha entregado experiencias inolvidables tanto por la belleza del entorno como por ese clima tan particular que tanto te puede ofrecer una marcha muy placentera como sufrida dependiendo del tiempo y la temperatura que haya ese día.

Hoy el clima y la temperatura acompañaban. Un sol justo y una brisa suave. Empezaríamos ascendiendo y para mí era una oportunidad de resarcirme de esa misma ruta, la última vez que la hice llovía tanto y hacía tanto frío que ni pude disfrutarla y lo pasé francamente mal; no llevábamos más de diez minutos caminando cuando nos encontramos con una perra pastora autóctona que decidió acompañarnos, por eso de equilibrar un poquito las energías femeninas, así que todos le dimos la bienvenida y continuamos camino tras darle alguna que otra carantoña.

Ascenso prolongado que medía nuestras resistencias y fuerza, la respiración y el deseo de llegar a un altiplano que nos regalaría vistas que sólo puede apreciar el caminante. Lo primero que contemplamos fue montaña y cielo, a las vacas paciendo tranquilas, a los terneros descubriendo su entorno; nuestra perra viajera, como buena pastora que es, se dedicó a movilizar a las vacas y a despejarnos camino mientras sólo escuchábamos el sonido de nuestros pasos entre tanto pacífico silencio.

Había hambre así que pronto paramos a comer, no debíamos llevar caminando más que hora y media. Elegimos un lugar recogido entre asientos pétreos y cada uno fue sacando sus viandas; descubrí lo que es comerse una ensalada con una navaja ya que me olvidé el cubierto en casa, y uno de los compañeros descubrió lo que es darle de comer a la perra antes de tiempo, acabó zampándose la mitad de su bocadillo.

Seguimos caminito hacia Chá da Matança, queríamos llegar a lo alto del geodésico pues allí las vistas invitan a quedarse un rato tras una subida en la que los penedos invitan a escalarlos y a jugar entre saltos mientras pasas de la condición humana a la de cabrita. Uno de los compañeros quiso subirse a lo alto del geodésico y gritar la tan famosa frase de: " Soy el rey del mundooooo " y aprovechamos para hacernos la foto de grupo por eso de que no se diga que no pasamos por allí.

Nos esperaba un descenso bonito y digno hacia El Santuario de Nossa Senhora da Peneda, entre vistas majestuosas, caminos viejos empedrados, colores primaverales y aires limpios que despertaban los radares y los sentidos del caminante. Fue en ese descenso en el que uno de los compañeros tuvo una caída bastante desafortunada, el desnivel es importante y quedó bastante perjudicado aunque pudo seguir camino aguantando estoicamente las molestias.

Tuvimos nuestro momento de sesión fotográfica en plan conjunto musical, en concreto unas cuantas del trío lalala mientras los fotógrafos se lo pasaban pipa disparando sus objetivos a tres lunátic@s decorados y beneficiados por un entorno precioso en el que cualquier imagen vale más que todas las palabras, al que desde luego las fotos que saca mi humilde móvil no le hacen justicia.

Llegados a La Peneda paramos a tomarnos las cañitas de rigor. Todavía nos quedaba una subida linda acompañados de las aguas cantarinas del río Peneda, de tramos de sol y de sombras que se agradecían. Nuestra perrita viajera no quería acompañarnos y no sabíamos por qué, queríamos dejarla en el lugar en el que la encontramos aunque se la veía buena conocedora de la zona y que no estaba perdida. Pronto entendimos el por qué, al pasar por una casa un paisano la llamó por su nombre: ¡Diana!....El pobre animal se encogió de miedo, el rabo entre las piernas, no queriendo ir hacia el dueño. Aunque todos sabíamos lo que le esperaba y lo lamentamos esperamos a que el hombre llegase hasta nosotros y recogiese a la perra para llevársela; no era la despedida que hubiésemos deseado de esta compañera de aventuras aunque la vida ofrece también esas cosas a veces.

Proseguimos nuestro camino. Volvíamos a ser siete.

Fue en esa subida cuando me ocurrió algo que todavía hoy me parece increíble. De repente trastabilleé, quise recuperar el equilibrio y caminé varios pasos sin entender lo que ocurría, no podía equilibrarme y me dejé caer lo mejor que pude arrastrándome por el suelo. Fue una caída dolorosa, me senté y fue entonces cuando ví lo que había ocurrido: El cordón de mi bota izquierda se había enganchado en la bota derecha con lo cual quedé literalmente atada, aprisionada. Mis compañeros intentaron separar el cordón y aquello estaba tan prendido que tuvieron que hacer mucha fuerza para separarlos. El resultado físico del golpe fueron mano y brazo derechos con rasguños más aparatosos de lo que eran en realidad por la sangre, y rodilla izquierda que esa sí que hay que atenderla. Aventura que se saldaba con dos caminantes heridos, y es que esas cosas también ocurren en el camino, afortunadamente no ha habido nada que lamentar y también pude continuar pasos.

Llegada a los coches y decisión de ir a cenar al mítico Stop, todos menos el compañero que se había caído pues su único deseo era tomarse una ducha y acostarse tempranito, ya había tenido más que suficiente con la jornada y prefería retirarse. Así que los seis restantes nos fuimos a cenar, yo pensaba que un arroz malandro, ellos tenían claro que se zamparían unha robalinha grelhada, así que la única que se mantuvo fiel al malandrinho fue esta que escribe que se zampó el contundente plato sin la más mínima sensación de culpabilidad.

Pronto la sobremesa empezó a levantar bostezos y deseos de llegar a casa, así que despedida y cada ovejita a su redil; yo me preguntaba cómo llegaría a casa, si me pusiesen en ese momento una cama allí me quedaba, había sido un fin de semana intenso en el camino y tocaba darle descanso al cuerpo y a las emociones sentidas.

¡Y que no nos falten los caminos ni las experiencias compartidas!.

S., mayo 013

El disfrute de un día caminante pacífico

Día fantástico a cinco bandas en el camino. Estamos en fases en las que la amistad prevalece, tenemos a uno de nuestros incondicionales lesionado y estamos escogiendo rutas sencillas y preferiblemente sin mucho desnivel, así que se presentaba una jornada tranquila y favorecedora de otras actividades paralelas, como retomar algo con lo que nació Nómadas, la oportunidad de crear espacios respiratorios, contacto con la naturaleza a través de la parada y el silencio, algún que otro ejercicio en el medio del camino y por supuesto terminar sí o sí con estiramientos.

El guía en esta ocasión fue Óscar, ofreciéndonos una ruta que un compañero de Caminhantes ayudó a marcar por ser gran conocedor de la zona y por ser vecino del lugar, Saians. Como la ruta en concreto era muy larga para nuestros planes de solidaridad y mantenimiento en el grupo de nuestro amigo, con algún que otro tramo de asfalto y descensos que no le convienen, elegimos hacer la parte más corta y más bonita, entre rural, monte y unas vistas espectaculares. Dejamos un coche en el Monte Cepudo y volvimos para empezar el recorrido en Saians.

El día prometía lindo y soleado, ni demasiado caluroso ni con nubes cerradas a la vista. El ambiente era de plena confianza y amistoso, favorecedor de las conversaciones abiertas y expuestas, manteniéndonos compactos en el trayecto, disfrutando de los espacios abiertos y de unas vistas al mar que expandían algo más que la visión. Pronto hicimos la primera parada en la que practicar una serie de estiramientos que estoy ideando para un proyecto laboral que tengo en mente en el que incluir apoyos, en este caso unos penedos que me servirían para comprobar in situ la utilidad del ejercicio. La verdad es que es un lujo encontrar y favorecer los espacios al aire libre y en plena naturaleza para esta clase de ejercicios, nos divertimos mucho mientras que a la par tuvimos el placer de sentir los beneficios de la práctica.

No nos faltó la compañía inquieta y territorial de dos hermosísimos lagartos grandotes vestidos de verdes intensos y brillantes, una pareja; el macho nos dejó bien claro que estábamos en sus dominios desde su escondrijo que quería que fuese bien visible para nosotros mientras nos sacaba la lengua.

Seguimos caminito hasta dar con una zona de mesas y sombras que no restaban intimidad a pesar de que el lugar se hallaba bastante poblado de personas que habían decidido pasar el sábado entre amigos o entre familia, y allí es dónde decidimos parar a comer y hacer una sobremesa relajada. El día estaba resultando fluido y armonioso, en nuestros semblantes se reflejaba el contento, la placidez, el trato familiar y afectivo, las conversaciones de confianza, los vínculos sellándose alegres, el buen humor y las risas ligeras, en fin..., que lo único que faltaba allí era un bar, bar que por supuesto encontramos en Chá de Vito, en el que confraternizamos y nos mezclamos con los lugareños que estaban en plena partida de cartas o de charla en la terraza del bar.

Seguimos nuestro camino vía Monte Cepudo entre aromas a flores, entre tonalidades amarillas en los toxos, entre polvareda y olor a madera y sin abandonarnos la apertura a un mar espléndido con vistas a Bayona, Toraya, Las Cíes, impresionante océano en un día claro que nos regalaba cercanía desde las alturas en las que nos encontrábamos.

Llegada a Monte Cepudo y estiramientos finales que nos dejaron un estado plácido y la sensación de un cuerpo agradecido. Parada en la terraza del restaurante para tomarnos líquidos reparadores y saciantes y decisión de ir a picotear algo a Patos, en donde disfrutamos de los últimos rayos de sol de un día espléndido zampándonos unos calamares riquísimos, una tortilla, unas croquetas de verduritas y un revuelto de ortigas con anchoas en el que todo eran anchoas y que resultó fuertísimo para los estómagos.

Despedida de los Nómadas al albor de una noche de luna llena, agradecidos de que sigan sin faltarnos los bellos y prolíficos caminos en donde expandir ondas y esencias que aligeran al propio camino y que concentran experiencias vivas.

Que nos cunda, amiguiñ@s.

Con afecto,

S., mayo 013

A miña terra

A miña terra esperta e saúda con raios que tremen ao sol de tan tímidos.
Nai amorosa e humilde na súa xenerosidade e abundante na
súa simplicidade. Tras unha noite de tempestades e de ventos
fiumentos o novo día é un berce que mece docemente
tra-la chuvia ao arco da vella que perfila nun novo horizonte
promesas de celebracións asentadas pacíficamente no meu interior.


A miña terra acolle e agasalla panoramas fermosos que invitan
a respirar. Protexe ríos e fragas, montes e mares, indómita
forza que preserva o meu legado animándome a comprender
que o que me ofrece é o que debo de manter para quen
camiña detrás de mín, así como quen me precedeu xuroulle
lealtade aos meus pasos e aos meus beneplácitos nela.


A miña nai é costa e interior, é peixe fresco e vides doces,
a sabor a antergos evocados e lembrados no meu paso
por muiños conservados, é homenaxe nas restauracións
e fala nos beizos dos nenos. Historias de meigas e de
luceiros camiñantes nas escuridades do camiño, é arume
a terra mollada impregnando os sentimentos.


É creatividade ao descoberto e limpeza nas meixelas
nas que se dilúen as gotas de auga lavando amarguras
cando caen tan miudiñas que síntense tenras. É bravura
con determinación e sentimento " jerrilleiro " cando atacan
a súa compostura. É forza da natureza defendendo os
seus espazos indómitos, é doce nas súas entregas.


¡A miña terra, a miña terra, qué ledicia
pertencer a súa esencia, qué bonito camiñar
na súa estela, qué manto me protexe durmindo
baixo a súa lúa e as súas estrelas, qué privilexio
amencer baixo a súa cantiga titiriteira!
Orgullo son baixo a súa infinita, namorada e protectora beleza.




S., 17 de maio de 2013, Día Das Letras Galegas

Día Das Letras Galegas, homenaxe a Roberto Vidal Bolaño

Escritor e dramaturgo polifacético, nunca esquecerei cómo e de qué xeito as súas verbas transportaron emocións de suspiros que impactaron directamente no meu corazón lendo a súa obra e máis tarde admirando, recreando e vivindo transportada en imaxes que me souberon a auténtico eses films tan entrañables como foron e son " A lingua das Bolboretas " e a magnífica " Sempre Xonxa ".

Parabéns a todo-l@s que aman a esta nosa terriña meiga, que continúa a mostrarnos e a agasallarnos coa súa máxica beleza a importancia de seres pólas que seguen a alimentar raíces que temos a obriga de ocuparnos en manter e darlle unha continuidade que saiba a legado digno, coma somos nos, éstes que aquí e agora habitan esta terra nai.

S., 17 de maio de 3013

O texto é un poema, un fragmento en realidade, da obra de Vidal Bolaño " Laudamuco, señor de ningures ". Escollín para publicar neste blog unha obra realizada por nenos e nenas orientados por profes interesados na educación e na creatividade de pequenos grandes galegos, por póliñas que seguirán a alimentar raíces que imos construindo e mantendo para que non se esquezan da importancia da terra que nos acolle a todos. Grazas a " Pementeiradas " pola vosa labor de continuidade e de crenza na boa orientación educacional.


Confraternización caminante

Será que el tiempo está tan revuelto que desestabiliza hasta al caminante más avezado, no lo sé, el caso es que me ha dado tanto el sol y tan repentinamente este fin de semana pasado que he acabado postrada en la cama con fiebre, algo que no experimentaba hace tantísimos años que la experiencia me supo a vieja conocida con sabor a novedad. No sé muy bien si es por algo que comí o por insolación, el caso es que acabé con síntomas gripales en primavera y con un estado febril que hacía años que no padecía y que me obligó a permanecer en la cama teniendo que anular todo el trabajo de un día porque sinceramente no podía ni con mi alma; es terrible sentirse sin salud y no tuve otra más que dejar salir a la queja medio en rumores mientras me salía espontaneamente llamar a mi mamá como si fuese una niña pequeña. Será la edad o que una ya no está para todos los trotes, el caso es que no me gusta nada sufrir ese tipo de vulnerabilidad que me dejó tan indefensa como un pajarito y de la que todavía no me siento recuperada aunque afortunadamente pude retomar el trabajo y aquí sigo, de momento torpemente en pié y mejorando.

Ahora que parece que el ser vuelve a su ser, valga la redundancia, todavía débil y con el cuerpo dolorido, me permito recordar un fin de semana en el que se combinaron actividades varias, desde una pateada corta con bar por el medio y papatoria deliciosa y nada conveniente para una cena, a una ruta larga al día siguiente acompañados de unos intensos tonos de sol al que todavía no estamos adaptados con tanto vaivén climatológico y compra de diversos panes que acompañarían a los caminantes en sus viandas.

No pudimos terminar la ruta como yo quería, todavía no tengo la exploración terminada y lo que hicimos resultó ser más largo de lo que calculé en un principio; tampoco era una ruta terminada ya que todavía estamos intentando unir los tramos que vamos explorando durante las últimas cuatro semanas y resulta bastante complicado por ser una población muy habitada, con lo cual el asfalto es cada vez más presente y se anulan cada vez más aquellos caminos a pié que antes unían las poblaciones por medio de senderos pintorescos y todavía rurales. Así que hicimos el regreso acortando y prescindiendo de un tramo que pertenece al camino de Santiago Portugués que pasa por el río Labruja, aunque la pateada nos llegó bien.

Desde la confraternización con hermosísimos caballos a unos cuantos torneos de billar de chicas contra chicos (no voy a decir quien ganó para que los egos no se alteren, ni para los que ganaron ni para quien perdió, quedamos en que tendríamos que revisar las normas básicas del billar americano pues entre tanto cachondeo alguna que otra trampa se coló..., jejejejeje...). Lo único cierto es que todo contacto con la madre tierra es una bendición y si es en buena compañía esta que escribe no podría desear nada mejor.

El entorno no pudo haber sido mejor ni peor, simplemente era el adecuado y el que se favoreció. Tranquilidad, buenas vistas, buen tiempo, horizontes despejados, ánimos dispuestos, buenos caminantes, buenos amigos. Del tema de cocinar y de lavar cacharrada durante nuestra estancia nos encargábamos entre todos con lo cual no fue nada pesado convivir, todo estaba rico rico, desde la compañía hasta el calor de hogar, y desde lo compartido a los momentos personales; pudimos disfrutar de una señora casa acogedora, agradecida y complacida con la vida que se desarrollaba en sus internos y externos, y toda ella a nuestra entera disposición; de una tierra que nos ofreció naranjas y limones casi directamente exprimidos del árbol, de romero y perejil con el que aliñar nuestras comidas, y de un porche en el que degustamos los platos en un ambiente íntimo y relajante que favoreció las buenas conversas y la buena distensión, el ralentí del tiempo y acoplarnos a un ritmo que vivificó nuestras energías aceleradas; aunque pensemos que lo llevamos más o menos bien en nuestro cotidiano cuando llegas a ambientes así te das cuenta de lo vertiginoso que va todo en un día a día cada vez más repleto de imprevistos que ya no cogen ni se pueden colar en la agenda cotidiana.

Tuvimos ocasión de visitar una feria de antiguedades con mucho ajetreo turístico en un ambiente relajado y natural, con mucho verde y agua en el entorno, de disfrutar del folklore popular en unas danzas que me dejaron impresionada con los atuendos, las danzarinas vestían unas polainas blancas muy bonitas que se insinuaban muy sensuales, abriéndose la imaginación hacia tiempos pretéritos cuando de una mujer no se veía más que el tobillo y lo que sería llegar a verlas bailar dando vueltas  mientras se dejaban entrever las polainas y la piel, bueno bueno bueno...., ¡tremenda imaginación!. Y los hombres bailando con esos zuecos tan poderosos, esas figuras tan esbeltas mientras sacaban sonidos que acompañaban la danza con unas castañuelas que le daban ritmo y armonía al baile.

O unas bicicletas antiguas, una de ellas con carrito para bebé incorporado, ¡qué cosas oigaaa!, si es que todo está inventado desde hace tanto tiempo que lo nuevo nos parece original cuando la realidad es que como casi siempre ocurre, todo es reciclado, puro reciclaje. Quise regatearle a un vendedor por la figura de un Santo que me interesaba, no es que me invadiese una vena religiosa, que para nada, sí porque el Santo en cuestión era de mi interés, por raro de encontrar entre tanto Santo habitual, porque aunque es fácil de identificar por su atuendo y pose no lo es tanto encontrarlo en otros formatos y posturas, y porque tenía una cierta antiguedad; el caso es que pedían un precio importante por él que yo no estaba dispuesta a pagar ya que tenía algunos desperfectos que tendría que restaurar, y como no sé regatear y enseguida se me ve el plumero pues no sé poner cara de póker para ciertas cosas y seguro que se me veía el interés y el deseo en la mirada, el vendedor no admitió mi inexperto regateo, así que me quedé sin el Santo, será que así tenía que ser.

Llegada al dulce y acogedor hogar dónde todavía teníamos al tiempo cómplice acompañándonos. Un reto más para una partida al billar en la que todos entramos al trapo. Fue muy divertido jugar por parejas e ir tomándonos cada vez más en serio el juego, elaborando estrategias de ángulos en los que tocar para que entraran las dichosas bolitas, el vacile, las risas, el delicioso vino añejo de porto tan dulce como la miel, alguna que otra infusión por el medio por eso de no perder la partida, ¡jaja!, el placer de ver una estrategia bien elaborada convertida en acierto o la cara de idiota que se le queda a una cuando la bola se va a su bola tapete adelante y los compañeros vacilan con la mejor de sus carcajadas no quedándote otra que unirte a ellas, jajajajaa....

Fin de la velada con la lectura de un cuento para los caminantes y a dormir que mañana es otro día.

El día amaneció lindo y tranquilo, sin prisas por nada más que por dejarnos fluir el resto del tiempo del que disponíamos, que ya no era mucho, había que regresar. Desayuno delicioso y decisión de qué queríamos hacer. No iba a ser patear sino disfrutar del entorno. Las chicas decidimos quedarnos y plantear la comida mientras los chicos se fueron a comprar pan y ensalada para acompañar (esa era la excusa), el hecho era que nos apetecía quedarnos entre chicas y a los chicos les apetecía confraternizar a su manera. Llegaron como gallitos jabándose de lo bien que se lo pasaron hablando con las preciosidades con las que se encontraron mientras se tomaban unas cervecitas mientras las chicas los únicos gallos que escuchamos eran los de los alrededores, jajajaja, eso sí, con un porte envidiable que no defraudaba a ninguna gallina del corral.

Comida bajo la sombra que ofrecía el generoso porche, colándose una brisita ligera que invitaba a la siesta y a una sonrisa de beneplácito mientras piensas y sientes que esto sí que es vida.

Recoger las pertenencias y despedida, no sin antes contemplar la presencia y alegría de un hermoso rododendro en flor recién plantado. Abrazos que se contagian el sincero afecto y promesas de continuidad en el corazón.

Que no nos falte el camino en el cual las presencias son camino y compañía con la que caminar los buenos rumbos.

Con afecto,

S., mayo 013

No quería regresar aquí.....

¿Quien querría marchar del paraíso?

Llegaba un viernes tarde tras una semana intensa en la que apenas tuvo tregua entre tanto estímulo y tanta ocupación. El viaje se le antojó interminable, denso, en el medio de un tráfico de innumerables camiones que parecían reírse de su necesidad pues cuanto más grande era ésta más lenta se le hacía la llegada.

Faltando 15 minutos para la llegada el entorno empezó a cambiar y con él su propio desasosiego, dándose un cambio de ritmo espontáneo que inmediatamente le aportó una sensación de la tan añorada calma en su más refinada cualidad. Se encontró la puerta de entrada abierta de par en par y un recibimiento cálido que le hizo olvidar instantáneamente todo lo que pudiese existir más allá de esas compuertas.

Y sus sentidos se abrieron al espacio que acogería la ausencia de añoranzas. Allí no existe la prisa ni tampoco la pausa sino que tan sólo existe un momento a momento. Enseguida eligió un atuendo con el que poner la piel al sol, extender los brazos observando el amado paisaje, respirar el álito de la brisa, convertirse en ignorante de deberes y obligaciones, observar el crecimiento invisible de las flores, escuchar el silente panorama, saborear un zumo de limón recién recogido del árbol, tumbarse en la tierna hierba exhalando aromas a frescor. Cerrar los ojos y ver, abrir la escucha y asombrarse plácidamente.

Cena al aire libre de la noche que acompaña con inquilinos invisibles aunque presentes. Muy pronto empezaron a cerrarse los ojos tras la llegada de ritmos más propios y tan necesarios. Mañana sería otro día.

Amanecer en el que se podría hacer cualquier cosa. Desayuno, aseo y exploración que espera. No importa la elección del camino a seguir, sólo importa el camino. Pasos, pasos, pasos que transportan hacia algún lugar indefinido que se va definiendo por sí solo. Sol, verde, agua, cielo, tierra, sombra, silencio. Sol, gris, pueblo, gente, aromas a civilización, asfalto, ruido, parada a la sombra de un entorno pacífico en las afueras y refrigerio que armoniza los sudores sentidos. Y regreso al sol, verde, agua, cielo, tierra, sombra y silencio en el camino.

Llegada de dos caminantes más al paraíso. Caminata corta hacia el río y regreso al paraíso por otro lugar nuevo, uno más que surge en una exploración espontánea. Cena para cuatro que supo a gloria. Conversaciones demoradas alrededor de una mesa. ¡Las dos de la madrugada!, a dormir que mañana es otro día.

Amanecer en el que se podría  hacer cualquier cosa. Desayuno, aseo y exploración que espera. No importa la elección del camino a seguir, sólo  importa el camino. Pasos, pasos, pasos que transportan hacia algún lugar indefinido que se va definiendo por sí solo. Monte arriba fue como descubrieron una maravillosa arboleda autóctona que entregaba frescas sombras y contrastes lumínicos imposibles de reproducir. Majestuosos y antiguos árboles custodiando secretos que sólo el caminante experimenta, rincones íntimos dónde lo único que se escucha es la hojarasca seca crepitando bajo los pies para llegar a algún lugar en el medio de ninguna parte mostrando restos de sinsentidos que levantan risas de placer entre compañeros de aventuras. Propuestas nuevas en el camino y entretando una ruta inexplorada que ya se va perfilando concreta a base de incursiones por natura sin ningún tipo de planificación anterior.

Como no, bar en el camino antes de regresar al paraíso. Pequeñas nubes mentales instalándose ante la inminente partida. Quedaba recoger que no borrar, las huellas de dos días para no desestabilizar la armonía de un lugar que bien recibe.

No quería regresar aquí.....

Más aquí está de nuevo.

S., mayo 013